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Arquitectura

Las Manos detrás de las magia de Barichara

junio 4, 2019

Por su arquitectura y vivos colores, este municipio de Santander se está volviendo un destino turístico de moda, pero es importante recordar a quienes son responsables de tanta belleza. Hablamos con el arquitecto Camilo Holguín sobre su visión de ensueño de Barichara.

Enamorado de la simplicidad, de los ‘baricharas’ y del campo, Holguín decidió irse a vivir allá hace ya catorce años y hoy rinde homenaje a la tradición, a la artesanía, al pueblo y a las personas responsables de construir su encanto.

“Más que una fachada o un tipo de arquitectura, el sabor que hay en las calles de Barichara se lo da la gente que vive aquí, en su cotidianidad y en su día a día. Es lo que le da la mayor magia al pueblo”, explica Holguín. En efecto, tras cada casa, muro o piedra puesta hay una cara que trabajó arduamente y es algo que, a veces, la gente tiende a olvidar.

Camilo cuenta que hay ciertas tradiciones muy fuertes en la construcción y procesos vinculados a la misma que se han mantenido en el tiempo gracias a la transmisión de conocimiento de padres a hijos y jóvenes que se interesan por aprender. Por ejemplo, el trabajo en cantera, el cual consiste en sacar grandes bloques de piedra y partirlos a mano, es un oficio importante del que poco se habla. “Toda Barichara está construida de piedra como, por ejemplo, la Iglesia Central –o Catedral como le decimos acá– y es gracias a personas como Heriberto Meneses, de 43 años, que se sigue realizando esta labor”, explica el arquitecto. Heriberto es un hombre que lleva más de dos décadas siendo cantero, un trabajo rudo que a pesar del desgaste físico y de salud, ejerce día a día.


Heriberto Meneses y su ayudante.

Por otro lado, están aquellos que son tapieros como Don Climaco, un trabajador callado y tranquilo, cuyo conocimiento obtuvo de su padre y se lo transmitió a su hijo Gerardo. La tapia pisada es una técnica milenaria que consiste en construir muros de tierra a partir de una formaleta de madera que se va llenando con capas de tierra compactada con el fin de construir los muros de las casas. Estos suelen ser bastante anchos, por lo cual mantienen una temperatura ideal dentro de los hogares, ya sea de día o de noche.


Don Clímaco Gómez construyendo muros de tapia.

La producción de las tejas y pisos está a cargo de personas como Otoniel Atuesta y su familia quienes laboran en un chircal. Allí se maneja el barro arcilloso, ablandado por bueyes y luego maleado para hacer los productos solicitados. “Toda Barichara está cubierta con tejas de este material. Es una técnica muy bonita”, resume Holguín.



MÁS QUE UNA FACHADA O UN TIPO DE ARQUITECTURA, EL SABOR QUE HAY EN LAS CALLES DE BARICHARA SE LO DA LA GENTE QUE ESTÁ AQUÍ, EN SU COTIDIANIDAD Y EN SU DÍA A DÍA

Finalmente, está Don Reyes del corregimiento de Guane de Barichara. Él ha sido responsable de la construcción de cercas de piedra, tradicionalmente concebidas para dividir las fincas o potreros de la región. Aunque hoy él ya no trabaja pues su edad no se lo permite, le heredó su conocimiento a Freddy, su aprendiz, quien continuó con el oficio. En este caso la piedra es rústica e irregular y es acuñada de tal manera que no se mueve.


Don Reyes.

Don Nicodemos y sus canastos de bejuco.

Casa y Caney para secar tabaco.

Pero más allá de aquellos que construyen “literalmente” la belleza del pueblo, también están los que lo hacen encantador en el día a día. Los ‘baricharas’ son personas madrugadoras que despiertan a las cuatro de la mañana. A esa hora se empieza la preparación de la masa para hacer las arepas de maíz pelado y las guaraperías se llenan de gente que se toma su primer guarapo y se alista para la jornada laboral que acaba a las cinco de la tarde. Por lo general, hay poca vida nocturna y para aquel que piensa visitar el pueblo, Holguín recomienda amanecer un domingo e ir al mercado. “Es un día muy especial ya que uno ve el bullicio, el movimiento que en otros momentos está ausente. Los campesinos bajan con sus productos y los ‘baricharas’ se ponen su mejor pinta”, explica. Es el momento para ponerse al día con los vecinos, para “echar chisme” y sonreír con los demás bajo la luz dorada del sol.

Por último, Camilo concluye que “la enseñanza más fuerte de Barichara es que nos devuelve a lo básico, a vivir en lo simple, a encontrar la divinidad en lo más sencillo, en la cotidianidad, en el canto de un gallo, en el olor a cocina de leña, en un muro torcido, en la sonrisa de un vecino, en el conocer a las personas por el nombre, en el ser parte de un mundo maravilloso a pequeña escala”.


Fotografia: María Alejandra Holguín

Andrés Carne de Res Medellín
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